Durilla la caminata. O de dificultad mediana como anunciaba el cartel. Y que se subirían 475 m también lo decía. “Caminarem per alguns dels camins durs i pedregosos tan característics del Garraf” se decía en esta misma página al anunciar la caminata. Vamos, que no engañaron a nadie. Se subieron los 475 m., y se caminó por senderos duros y pedregosos. Duros y pedregosos sí, no hay más que ver las fotos.
Madrugamos. A las siete en el Poli y caravana de coches hacia Garraf pueblo. Faltaban 10 minutos para las ocho cuando comenzamos a caminar desde la zona del puerto. ¡Qué bien, qué bonito el mar, y los barcos y la playa y el pueblo, que muchos no conocíamos de antes! Los treinta y pico senderistas nos dirigimos, agrupados, hacia las afueras, cruzamos bajo la autopista y, enseguida, tomamos un camino hormigonado que se empinaba de mala manera hacia lo que se conoce como el Castellet de Garraf, unas ruinas que dicen de origen medieval. Ya sin cemento, la pista continúa subiendo y subiendo, bordea una de las canteras (¡hay que ver qué destrozo de montaña!) y sigue su ascensión hasta llegar a 260 m. en sólo 2,5 km . A ver, que es más del 10% durante cerca de una hora y uno ya no está para estos trotes, que a este paso vamos a tener que cambiarnos el nombre y dejar de llamarnos Moderats. Esto aparte, el paisaje impresiona, bonito o feo, depende del gusto de cada uno, pero impresionante seguro. Paisaje lunar si eliminas los cuatro arbustos y dejas solas las piedras peladas. Parque Natural, ve a saber por qué. Alguna particularidad tendrá para que así lo hayan declarado. Por la vegetación no creo, que es escasa y rala: palmitos (margalló), coscojas (garric), romero (romaní), tomillo (farigola) arbustos rastreros todos que crecen en la poca tierra existente entre las piedras. También lentisco (mata, llentiscle) y en las riberas de las torrenteras o en las zonas más húmedas algunos madroños (arboç, cirerer de llop).
Después de esta primera ascensión, la caminata se vuelve más cómoda, los caminos llanean e, incluso, hay algún ligero descenso hasta llegar a Vallgrasa, pasando antes por la Casa Vella (sólo quedan unas escasas ruinas) y Can Lluçà, masía, al parecer, edificada sobre los restos de un antiguo monasterio (nadie lo diría, viéndola), el paisaje es el mismo y la vegetación no cambia, si bien pasamos ante algunos campos cultivados cuyo verde, más intenso, los hace destacar del verde desvaído del resto.
Cerca ya de Vallgrasa, en una explanada que los habituales utilizan como aparcamiento, paramos a almorzar. Fue media hora agradable, café incluido, como siempre, y unas pastas que un senderista ofreció por mor de que el día anterior había sido San José. Felicidades.
Después del almuerzo continuamos hacia la masía de Vallgrasa, reconvertida en Centre Experimental de las Arts y pasamos ante alguno de los cuadros expuestos en plena naturaleza. He de reconocer que soy muy escéptico ante todo lo que se denomine arte experimental, sea pintura, música, literatura o cualquier otra manifestación artística. Será porque las obras experimentales siempre necesitan una larga explicación del autor para abrirnos los ojos y enseñarnos lo que por nosotros mismos no somos capaces de ver en ellas. O será por la edad.
Un poco antes de Can Lluçà había un trozo del camino que está bautizado como Cami del Calvari. Bueno, el verdadero calvario comenzó en Vallgrasa, al entrar en la torrentera de ese nombre y tener que caminar por su lecho de piedras durante un par de quilómetros, sin alternativa posible, porque es el sendero GR 92.4 y no hay otro camino. Menos mal que el tiempo acompañó, porque si las piedras hubieran estado húmedas hubiera sido más complicado aún.
Cuando por fin salimos de la torrentera llegó la traca final, la subida hasta los 450 m, Me resultó duro, la verdad, y tuve que pararme varias veces durante la ascensión. No por falta de resuello, sino porque mi pierna derecha se queja cuando el esfuerzo es continuado. Cosas de la edad.
La ascensión nos llevó hasta una carretera asfaltada y ya por ella hasta la masía de la Pleta, actual Oficina del parque, de la que destaca la curiosa chimenea que sirve de cubierta al pozo. Y en la Pleta nos hicimos la foto de grupo.
Después ya todo fue sencillo, en descenso suave, con un paisaje diferente, siempre con el mar frente a nosotros, primero con algo de calima pero luego la atmósfera diáfana permitía ver multitud de barcos en mar abierto, la costa recortada de pinos y el pueblo y el puerto espectaculares desde la altura.
Terminamos más tarde de lo previsto. Mea culpa.