¡Qué decepción, el Llac Blau! ¿Y es éste el paraje idílico y encantador que nos prometieron? ¡Pues vaya castaña!

No escuché estos comentarios, pero los imaginé viendo algunas expresiones en los rostros de los senderistas que, ya cansados por la prolongada ascensión, preguntaban incrédulos “¿Es éste el Llac Blau?”  “No, aún no; está más arriba”, contestaba yo, no muy convencido. Y es que no lo reconocí, lo confieso. Yo recuerdo, cuando estuve allí en 2006, una balsa de agua transparente, alimentada por una pequeña cascada y con un dique natural formado por no se qué clase de microorganismos, según me explicó alguien que parecía saber de qué hablaba. Después de esa primera balsa, la más grande, la configuración del terreno, con plataformas sucesivas aguas abajo, hacía que el agua que rebosaba por encima del primer dique formara otras balsas más pequeñas, casi circulares, por encima de cuyos diques saltaba el agua  sobrante alimentando a las siguientes. El volumen de agua que llegaba a la primera balsa era escaso, con lo que en cada una de ellas se producía una decantación que hacía que el agua se mantuviera limpia y transparente. El conjunto recordaba, de alguna manera, el riachuelo artificial de un jardín japonés.
Pero esto de ahora, con el agua revuelta, si no sucia, (dicen que porque hay quien sube con perros que se bañan en las balsas), los diques rotos, algún pino caído, esto no es lo que yo recuerdo. Pero, bueno,  es lo que hay y no sirve llorar.
Ochenta y un senderistas, ahí es nada, ochenta y un senderistas, sumados los que salimos en coche desde la zona deportiva y los que nos esperaban en Cases Pairals. Por cierto, vaya plantón que les dimos. Ellos esperaban en el depósito de agua y nosotros aparcamos una calle más abajo. Menos mal que funcionaron los móviles y los walkies y pudimos comunicar con los de cabeza para que esperaran. Todo quedó en una anécdota, aunque alguien protestara por detenernos a poco de comenzar. Ya todos juntos, daba gusto ver aquel montón de gente caminando pendiente abajo en busca de la Riera de Corbera.
Pasamos cerca de la Font dels Plataners y quién quiso se desvió para echarle un vistazo, otros pasaron del tema. La vegetación allí fué un anticipo de lo que vendría después, cuando abandonamos la pista de tierra roja y nos internamos en los senderos más umbríos, cubiertos de hojas secas, entre encinas y robles. Después de cruzar el puente de Can Palet (¡qué altura tiene!) y ya en la propia Ruta del agua, la vegetación se torna típica de ribera, y el ambiente más húmedo y fresco. El sendero es muy bonito y transita por ambos lados de la riera, que hubo que traspasar varias veces. Con tanta lluvia invernal, el caudal de agua era apreciable y el ruido en los saltos y pequeñas cascadas nos acompañó en todo el tramo. Estaba limpia, también, sin las espumas y natas que se forman en los remansos cuando el caudal es escaso. Fué una lástima que no  pudiéramos continuar por la riera hasta el final.
Nos desviamos, pues, y bordeamos Sant Andreu para llegar al Pou de glaç,(1) reliquia medieval corberense, desconocida para muchos. Un vistazo rápido y continuamos, ya subiendo, hasta la cercana zona prevista para el almuerzo. Un buen lugar sombreado donde nos acomodamos los ochenta y pico caminantes. Descanso, bocadillo, charleta, café, (gracias Jaume), y, hasta, para algunos, carajillo de whisky.
Reanudamos la marcha, ya con buen sol, y comenzamos la subida por una pista incómoda por pedregosa, entre pinos, bien diferente a la que habíamos tenido al bajar por la riera. Desde la altura se apreciaba mejor el contraste. Detrás quedaban San Andreu, la autovía, el Llobregat, el polígono de Castellbisbal y la acerería Celsa destacando sobre todo lo demás.
Después de pasar por la Roca del Droc, un pequeño descanso en la Font de la Teula, a la sombra de las encinas, lugar deprimente como lo son todas las fuentes secas, pero ésta incluso más, por su estado de abandono. Y de nuevo a caminar, bajo el sol que ya calentaba bastante, por caminos resecos de tierra roja. Volvimos después a adentrarnos en un bosque de encinas hasta llegar a la Riera de Les Rovires.  La cruzamos por un coqueto puentecito de madera y llegamos hasta la fuente del mismo nombre, esta sí, con agua fresquita y bien cuidado el entorno. Era un bonito lugar para hacer la foto de recuerdo, aunque difícil para que un grupo tan numeroso cupiera en una única foto.
Y, enseguida, a subir camino del Llac Blau, primero por escaleras con baranda de protección y, después, por rampas tan pendientes que se necesitó la ayuda de cuerdas para la subida,  aunque siempre muy cerca del torrente y con alguna cascada espectacular a la vista. Y luego, el Llac Blau, del que ya he dicho bastante y no es cosa de ser reiterativo.
Todavía preguntándome qué había sido de aquel lugar encantador que yo recordaba, llegamos de nuevo a una pista de tierra, siempre subiendo, ya en Socies y cerca de su fuente. No pasé por allí, que un buen amigo me condujo por un camino más amable y me evitó la última corta pero dura pendiente que nos llevaba al punto de inicio de la caminata. Algunos me reprocharon que hubiera hecho trampa, pero no me importó demasiado. Algún otro me pidió explicaciones por la frase del cartel: “Fácil pero intensa”. Me encogí de hombros sonriendo. A mí que me registren.

(1) Les grans dimensions del pou de glaç podrien explicar-se pel possible subministrament de gel pel mercat del peix de Barcelona: el transport es faria amb barca, seguint el curs del riu Llobregat. L'any 1284, Romeu de Corbera es casava amb Liliana de Centelles, que va aportar al patrimoni familiar l'ingrés del dret o tribut sobre el peix i el garum (salsa de peix) que es venia a Barcelona. Aquest dret continua apareixent en documents posteriors (1348, 1356, 1423...). Hi ha una altra referència documental sobre el gel a Corbera: en un document de 1731 s'indica que l'hostaler de Corbera estava obligat a tenir i vendre neu per la conservació dels aliments. Seguint el curs de la riera hi ha uns terrenys actualment ocupats per horts, eren les antigues rescloses on l'aigua, escampada en tolls de poca profunditat, es glaçava. (Helena García Navarro.- Patrimoni Cultural de Corbera de Llobregat)