Hacía frío, vaya si hacía. Claro que es normal que lo haga en esta época, pero vino de repente y después de varias semanas de un casi veranillo, así que se notaba más.


     Bien pertrechados de ropa de abrigo, gorros y guantes, comenzamos a caminar desde la zona deportiva hacia Can Planas para incorporarnos al bien conocido sendero local de la Roca Foradada. A partir de allí ya no nos apartamos de él en ningún momento, ni para la ida ni para el regreso. Es un sendero que, con alguna variante, recorremos cada año por estas fechas para subir hasta aquel mirador, poner el Pessebre, comer allí el bocadillo, unos turrones, brindar con cava, cantar algún villancico y desearnos felicidad y todas esas cosas que se desean en Navidad, cuando parece que todos somos guapos y buenos y que no pasan esas cosas que están pasando en el mundo. Bueno, mejor dejar el tema, que no es este el sitio adecuado para hacer esas reflexiones.
    Siguiendo el sendero nos incorporamos al Camí Ral, en la zona del antiguo Abocador. Allí nos esperaban los diez o doce que comenzaban la subida desde allí. En total seríamos unos cuarenta, niños incluidos, que había unos cuantos. Una vez que dejamos el Camí Ral y después de pasar frente al Calaix, el sendero se hace más húmedo y sombrío, con lo que la helada negra que habíamos tenido hasta ese momento dejó paso a  zonas con la hierba cubierta de escarcha y con algunos charcos helados. Esto último, claro, fue objeto de comentarios, los chavales se dedicaron a romper hielo y hubo alguno que llevó hasta la Roca una placa, de no menos de 3 cm de grueso, y que se utilizó para soporte de las botellas de cava. Una vez arriba los más pequeños descansaron aliviados, excepto el más pequeñín: el que descansó fue su padre, que lo llevó a cuestas todo el camino. Y algunos de nosotros también descansamos; al fin al cabo es todo subida, aunque no sea muy pronunciada.
    Pusimos el Belén, que quedó muy coqueto (a ver si este año no nos lo destrozan) y cantamos un único villancico, el más tradicional, ( fum, fum fum), pero ¡qué bien lo cantamos! Aquello parecía una coral que lo hubiera ensayado antes.
    El regreso fue más rápido, cuesta abajo, claro, y con menos frío; no se si porque el sol ya lucía alto, o por el cava y los carajillos. Y por los turrones y los chocolates y los polvorones. Y por los pestiños de Herminio, que desaparecieron en un momento.
    Luego, de nuevo en el Abocador, algunas despedidas y felicitaciones y, como ocurre siempre, hay algo de desbandada general: algunos regresan por el Parque de las Palmeras, otros se quedan en Corbera Alta y otros regresamos por Can Planas. Pero, bueno, las despedidas ya estaban hechas y expresados los buenos deseos.

    ¡Feliz Navidad, Bon Nadal y a continuar caminando en el 2010!